"Listen to me, Marlon" (Escúchame, Marlon) es la frase con la que Marlon Brando empezaba sus grabaciones de autohipnosis que practicó durante los últimos años de su vida, recluido en su casa de Los Ángeles, luchando contra el dolor personal. Estas sesiones son sólo una parte de las más de 200 horas de grabaciones nunca escuchadas hasta ahora a las que el director Stevan Riley tuvo acceso cuando le encargaron este documental.
Además de las autohipnosis, Brando guardaba cintas de conversaciones privadas (tenía micrófonos escondidos en todas las habitaciones de su casa), grabaciones que hacía mientras preparaba sus personajes, sesiones de meditación y diarios de recuerdos y opiniones sobre compañeros de profesión (“Coppola es un capullo”, dice en un momento). Todas ellas componen una ventana a su alma que él mismo había ido desvelando poco a poco en sus papeles.
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